La espiral de violencia que está enfrentando El Salvador
nos mantiene bajo una auténtica psicosis . Todos estamos a la defensiva, porque en cualquier momento y
lugar podemos ser víctimas del ataque criminal.
Todo tipo de delitos se cometen con absoluta impunidad.
Las agresiones son contra la vida humana, contra la integridad física,
contra la libertad, contra el patrimonio de las personas y, en fin,
contra cualquier bien protegido por la ley
Proliferan los asesinatos, los ataques en las calles y en los
vehículos, los secuestros, los homicidios, las violaciones, los robos, las
extorsiones, los chantajes, las estafas, los asaltos,
los abusos y los fraudes en general.
Resulta patética y trágica la facilidad con que se articulan organizaciones criminales. Luego, no debe extrañarnos que abunden las pandillas armadas, la
delincuencia organizada
El fracaso de la seguridad pública es la mayor prueba del fracaso del
Estado . La impunidad es altísima e incontrolable, al
extremo que solamente un porcentaje muy bajo de los delitos que se cometen en
nuestro país llegan al conocimiento de las autoridades,.
Pero lo más inaudito es que solo una mínima parte de denuncias se investiga y un porcentaje bajísimo llega a
proceso penal, ya no digamos a sentencia. Es decir, que la probabilidad
de que un delincuente sea castigado por el crimen que cometió es mínima.
Mientras no entendamos que la justificación esencial de la existencia
del Estado pues sin la seguridad y la justicia, el peligro de la
anarquía y del caos estará tocando nuestra puerta día a día,
Propongo, que se aumente sustancialmente el
presupuesto destinado a una política criminal
de prevención del delito.
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